Pedro Calvo y su «sandunga»
Por: Sonia Sánchez
Ama febrilmente el despertar de cada día, corre para estar entrenado, baila, ríe como si de ello dependiera (¿quién podría asegurar lo contrario?), festeja sus varias décadas sobre la tierra que lo vio nacer, y agradece con su vocación de hombre espontáneo, sencillo y sincero a todo aquel que lo ayudó a ser cantante, músico, compositor y especialmente sandunguero. La vida le ha hecho justicia, su propia banda y, sobre todo, el pueblo cubano. Pedrito Calvo lo sabe y quiere a quien le quiera. Y son muchos.
El 2016 abrazó a este popular charanguero — voz perdurable de la orquesta Los Van Van por 30 años y hoy director de su propia banda La Nueva Justicia—, volcado con todas sus plenitudes artísticas en la promoción por todo el país de su nuevo disco de música bailable “Qué Humanidad”, suscrito por la casa EGREM, luego de aún llevar a cuestas aún los aires de la exitosa presentación, en enero último, junto al grupo cubano de pop rock latino Karamba en el Hay Festival, de Cartagena, Colombia, donde la prensa lo calificó como “insignia de un estilo legendario de música cubana”.
Pedro Calvo y José Roberto Rodríguez, disfrutando del show Tradicionales de los 50
Hubo en la vetusta Plaza de la Aduana, en el mismo Centro histórico de la ciudad, vallenato, cumbia y emblemáticos temas vanvaneros entre estos “Se acabó”, “Para qué tu lo bailes”, El negro está cocinando” y otros tantos que interpretó en la agrupación de Juan Formell. Previo al suceso Jorge Luis Robaina, director de Karamba, había dicho a RCN Radio: Vamos a partir de que esto es un estreno mundial, una fusión entre Pedrito Calvo y nosotros, pues la verdad es la primera vez que va a ocurrir escénicamente. Va a ser un concierto muy vivo, muy enérgico. Va hacer todo eso, lo popular y lo inmenso que ha acompañado a Pedrito. Y la realidad le dio la razón.
Pero ni la fama que para él hay que llevarla tan natural como comer y dormir; ni las muchas mujeres que ha amado o los 21 hijos, su gran orgullo, le hicieron olvidar donde entró al mundo en 1941, el pueblo embrujado, como bautizó a la natal Guanabacoa por las comunes prácticas de santería, los babalawos y los toques de tambores que la habitan. Con el canto en el alma desde muy niño (cómo no llevarlo con una madre ama de casa pero muy afinada) aunque zapatero por necesidad, llegó al prestigioso concurso radial La Corte Suprema del Arte en 1957.
Luego estuvo por otros programas hasta que lo tomó como cantante en su orquesta el padre, violinista, Pedrito Calvo, en 1960. Al “viejo” le hacía falta una voz líder en su agrupación y quién sabe si de pronto dijo: Carajo, pero si mi hijo es cantante. Ahí inició su vida profesional ese intérprete de tono arenoso, dicen algunos; rajado, otros, pero que después de nutrirse de los ritmos de los conjuntos Riviera, de Elio Revé; Jóvenes del Feeling; La orquesta de Julio Valdés; la Ritmo Oriental, llega para imprimirle un peculiar estilo nunca olvidado por el público al llamado “tren de la música cubana” Los Van Van, de Juan Formell.
Fotos: Nelson Costa para cubawhatson.com y José Roberto Rodríguez.