En Cuba hay dos cosas importantes: música y mesa. Siempre unidas. Siempre definiendo períodos. Te proponemos un viaje por la más musical de las gastronomías; la cubana.
Opino que no por gusto a la nacionalidad cubana el gran erudito Fernando Ortiz la comparó con un “Ajiaco”. En su gran bolsa de analogías, como la de todo sabio dispuesto a dilucidar algo, pudo haber echado mano a otra; pero no. Una vez más, la comida fue la protagonista, en esta ocasión, para definir lo que somos.
Pudiera decirse que los termómetros en esta isla en vez de temperatura miden épocas fáciles, menos fáciles y francamente difíciles de su historia alimentaria. Pero no vamos a hacer comentarios de lo que no nos toca, sino de lo que queremos y podemos abordar en esta web dedicada a ensalzar la buena música cubana: la relación de la música con la comida.
Aquellos que preferían las cosas hechas y de rápido acceso, tenían que estar atentos a las calles y sus pregoneros, que fueron en remotas y coloniales épocas, casi los primeros especialistas en marketing de los que esta isla tenga noticia. Sin apenas salir de casa se podían comprar los más frescos ingredientes del plato, o bien productos terminados, aquellos que en el proceso de venta entrasen primero por los ojos y después al corazón. Las frutas olorosas y coloridas y las bondades de un sinnúmero de dulces criollos fueron cantadas y voceadas al paso por estos vendedores ambulantes. El rey de los pregones cubanos era el que anunciaba a la casera casi a la hora de dormir el salado, tostado y caliente maní. Una de sus más famosas intérpretes fue Rita Montaner que nos pedía, con sensualidad y picardía que divirtiéramos al “pico”, que nos lleváramos a la boca lo que escondían los cucuruchos de la época, gigantescos en comparación con la escuálida propuesta actual.
Dime qué prefieres y te diré cómo eres…
Confesaba el señor Ignacio Piñeiro que después de una “bacanal”, nada mejor que reponer energías con una espléndida butifarra, crujiente, pegajosa de manteca dorada, de tamaño respetable y no por gusto “rica y famosa” en La Habana y en su original Catalina de Güines. Si te decantas por esta variante, eres de espíritu fiestero, emprendedor y devoto a las emociones fuertes, no digo yo. Si prefieres la textura sin igual de unos tamales, (si son hechos por Olga, mejor) de maíz tierno, sazonado con la grasa de un buen marrano y demás cositas que le hacen daño al cuerpo pero que tanto nos alegran la vida, eres de natural tranquilo, aunque curioso. Te dejamos a elección, igual que en el Cha cha chá de marras, popularizado por la Orquesta Aragón, ponerle picante. Siempre recuerda además, el estribillo de aquel pegadizo son de Miguel Matamoros: “El que siembra su maíz, que se coma su pinol*. Eso sí, si estás pensando en comer cangrejo, desiste de la idea, no vaya a ser que las metas propuestas se queden todas sin cumplir en este año que recién estrenamos.
Chicharritas, chicharrones, mariquitas… ¡papitas fritas!
Ni dudes por un segundo que en este muestrario gastronómico musical se dan a veces relaciones complejas como las del título anterior, con final inesperado y todo. ¿Dónde me dejas el vínculo de los mamoncillos y los camarones del son del imprescindible Matamoros ya previamente referido; el quimbombó que resbala pa´la yuca seca, (¿o será para el ñame?) de Chapotín y la yuca de Casimiro, buen amigo de El Guayabero…? Y en épocas más actuales la salsa del perro caliente de Frank Delgado y el dúo Buena Fe, amén de estos últimos elevar al chancho, al buen puerquito como “mamífero nacional”, por las tantas y tantas veces que nos ha salvado la vida; que sean testigos los recientes días de Navidades y Fin de Año. En definitiva, ¿no dicen que el único desperdicio de ese sacrificio es el grito?
La mesa que compartimos
Si Cuba y Puerto Rico son de un pájaro las dos alas, por supuesto que nuestras raíces caribeñas han de compartir gastronomía y música por igual… Baste recordar el sabroso son (o salsa para los que prefieran esta variante comercial de la música cubana) popularizado en Cuba en los años 80 por Rolando Montero “El Muso” integrante del proyecto Tradicionales de los 50 y originalmente cantado por El Gran Combo. Aquello de “aguacatones como melones, habichuelas guisadas, guineítos pa´picar” y salsa abundante pudo haber sido escrito con la misma soltura en Santiago de Cuba que en San Juan, digo yo…
Con una fuente de deliciosos chicharrones al alcance de la mano y con la otra ocupada en sostener una cerveza vestida de novia, escucha lo que tenemos que proponerte. Y por favor, coméntanos si recuerdas algo más que conecte a la música con la mesa, mientras tanto: buen provecho y buen apetito, buen apetito y buena suerte.
*Pinol: Como tantos platos realizados con maíz, este resulta casi desconocido en la Cuba actual, se elaboraba con maíz tostado y molido al que se le añadía azúcar.