Temperamental entre las temperamentales, Moraima Secada es de esas cantantes que han dejado su huella imborrable, e incluso, le puso un sello especial —difícil de romper—, a algunas canciones. Sucedió con su interpretación de Perdóname conciencia, de Piloto y Vera, que era de obligado cierre en cada una de sus actuaciones.
La Mora, como le decían desde pequeña, nació el 10 de septiembre de 1930, en una de las calles emblemáticas de la ciudad de Santa Clara: San Miguel, entre Unión y Maceo, en la hoy provincia de Villa Clara. Su verdadero nombre era María Micaela Secada Ramos. Ese día, ella no vino sola al mundo, la acompañaba su jimagua María Caridad, pero como parece fue la última en «salir», todos decían que era la más chiquita. Tenía en total de cinco hermanos.
La catedral de caza talentos, La Corte Suprema del Arte, de la antigua CMQ, (ubicada en Monte y Prado), le da uno de los primeros premios por su interpretación del pasodoble Valencia, del compositor español José Padilla.
Ese éxito, sin embargo, no fue el que la llevaría a darse a conocer, ni fue ese género español en el que encontró su verdadera vocación interpretativa, sino más bien en el feeling, una música de la década de los 50 que rompería los moldes de entonces tanto en lo armónico como en lo interpretativo.
Rosendo Ruíz, hijo, compositor, describió en apretada síntesis la esencia del movimiento: “La canción, temáticamente, se hace íntima, llena de imágenes poéticas. Más que cantarse se expresa, se dice (…) dando libertad al intérprete”.
Los días de descanso, era planchadora a mano en una tintorería, solía ir a casa de Angelito Díaz en el Callejón de Hamel o de Jorge Mazón, donde también acudían Elena Burke, José Antonio Méndez, Luis Yánez, César Portillo de la Luz, el Niño Rivera, Ñico Rojas y otros

Moraima Secada y Las Anacaona
Una de las orquestas femenina a la que hasta hoy agradecemos su presencia, las Anacaonas, tuvo a La Mora entre sus vocalistas. Allí compartió presentaciones con Haydée Portuondo, hermana de Omara Portuondo, llamada desde hace algunos años “La Diva del Buena Vista Social Club” y actuó tanto en nuestro país como en Venezuela, Haití y Santo Domingo, así como adquirió la disciplina profesional a partir del ejemplo que daba Argimira Castro, directora de la agrupación y sus siete hermanas, integrantes del grupo.
Ese grado de madurez le permitió pasar a otra experiencia enriquecedora cuando se encontró entre las fundadoras del cuarteto D’Aida, junto a Elena Burke y repitiendo junto a las hermanas Omara y Haydée Portuondo. La dirección estaba a cargo de la pianista y arreglista Aida Diestro.
Ocho años estuvo en esa agrupación, con la cual viajó a Estados Unidos, Venezuela, México, Argentina, Uruguay, Chile y Puerto Rico, así como grabaron un LP con la orquesta del cubano Chico O’Farrill.
Parece ser que en alguno de los tres viajes que Nat King Cole vino a Cuba, entre 1956 y 1958, las D’Aida le acompañaron en una de sus actuaciones en el cabaret Tropicana. El cuarteto compartió escenarios, además, con Edith Piaf, Rita Montaner, Bola de Nieve y Benny Moré.
Lee más acerca de la famosa visita de Nat King Cole a Cuba aquí
Recordando su estancia con las D’Aida, Moraima dijo: “Con Aida Diestro aprendí a tener un pleno dominio de mi voz, de la afinación, de la armonía, y el rubateo dentro del ritmo. Aida era estelar, conformó lo que posiblemente haya sido el mejor cuarteto de Cuba. Ella procedía de una iglesia, por eso fue una verdadera creadora dentro del tratamiento armónico que obedecía a las nuevas sonoridades de la música cubana e internacional. Me acuerdo que cuando interpretábamos el bolero Cosas del alma, de Pepé Delgado; o Mamey colorao, de Peruchín, movíamos al público asistente”.
Un día, como muchas otras integrantes del grupo, La Mora plantó tienda aparte. Durante un tiempo fue acompañada por el grupo santiaguero Los Bravos. Luego vuelve a ser «cuartetera» al unirse al no menos importante Cuarteto de Meme Solís, autor, compositor e intérprete que hacía maravillas en el montaje de las voces. En la selección del repertorio no faltaban las poéticas letras de las canciones de Solís.

Moraima Secada todo temperamento
Finalmente decidió volver al camino de los solistas. Toda la escuela anterior estuvo ahí, pero al mismo tiempo existía una manera de ser más íntima. A su voz de contralto le aportaba toda la emoción que puede caber en un ser humano.
La recuerdo, porque en más de una noche la acompañé de regreso a su casa, luego de ser dueña y señora del Pico Blanco, en La Rampa, adonde solía yo ir como abrigo final, tras deambular por algunos de los centros nocturnos de los alrededores.
Ir a verla era como estar en mi casa, o mejor dicho en la suya, porque allí uno era llevado por su patetismo orgánico, visceral, que se contenía o desbordaba cuando cantaba números como Perdóname conciencia, de Piloto y Vera; Alivio, de Julio Cobo; Cuidado, de Nacho González; y Me encontrarás y Vuélvete a mí, de Tania Castellanos.
Podría pensarse que La Mora solo podía llegar a estremecernos en un lugar cerrado, pequeño como el Pico Blanco. Nada más lejos de la verdad. Ella demostró sus condiciones en amplios escenarios con la misma aceptación. Recuerdo de manera especial los dos conciertos que dio en el teatro Amadeo Roldán los días 26 y 27 de mayo de 1972. Llenó completamente el lugar y mucha gente que se quedó afuera por haberse agotado las entradas.
En esa ocasión, cantó 20 canciones acompañada por la Orquesta Cubana de Música Moderna. El extenso programa culminó con una de las más grandes ovaciones que haya oído en mi vida. No cuento los aplausos que premiaron el final de cada una de las canciones, como las anteriormente mencionadas, y a la que se podría agregar, aunque tal vez omita alguna por mi ya no tan buena memoria: Mil congojas, de Juan Pablo Miranda; Con él, de Sarita Santana; Miedo de ti, de Isolina Carrillo; Ese que está allí, de Juan Arrondo; Ya no me quieres, de María Grever; Ese sentimiento que se llama amor, de José Antonio Méndez; y Vereda tropical, de Gonzalo Curiel, y otras. Al año siguiente repitió el concierto.
También tuvo en su repertorio números de Channy Chelacy, quien fuera su último gran amor y muriera en el acto de sabotaje al avión de Cubana en Barbados. Entre esas composiciones están Se llama amor, Eres mi felicidad, Depende de ti y Rompiendo. Moraima falleció el 30 de diciembre de 1984 y, como su constancia sonora, hizo varios discos pequeños y dos de larga duración para el sello Areíto.
Temperamental, entre las temperamentales, La Mora inscribe su nombre entre figuras como la de La Lupe y Freddy.
Fuentes:
Artículo del periodista Rafael Lam, publicado en el 2010, trabajo periodístico del músico Senén Suárez y conversaciones del autor con la cantante.