Muchos los recuerdan como Los Platters cubanos. Como los indiscutibles animadores de los clubes, los centros nocturnos, los bares y todo cuanto oliera a fiesta en la convulsa Habana de los años 60.
Manuel Galbán
Haciendo honor a la verdad no era necesario endilgarles la etiqueta de Los Platters cubanos, pero caímos en la tentación por la terca manía de compararnos con lo foráneo que nos ha acompañado hasta el día de hoy. Lo cierto es que Los Zafiros, la principal agrupación de la Cuba revolucionaria, se transformó en un mito viviente para los cubanos, para los trabajadores que luego de una jornada aciaga querían bailar y bailar en la noche habanera, con el caliente y sabroso doo-wop que proponía este cuarteto vocal, al que dieron cuerpo en su etapa más resonante los cantantes Eduardo Elio Hernández (El Chino); Leoncio Murúa (Kike); Ignacio Elejalde; Miguel Cancio (Miguelito) y el guitarrista y compositor Manuel Galbán como director musical.
Y hace algunos días, se cumplieron cinco años de la despedida para siempre de Manuel Galbán, una fecha que ha pasado en silencio en Cuba y que indudablemente era imperativo recordar por el intrépido sello impreso por este músico holguinero en la carrera de Los Zafiros, fundados en 1961. Galbán estuvo casi una década al frente de la agrupación hasta su desintegración en los años 70. Pero no fue una temporada cualquiera. Se trató de una época bastante turbulenta para el cuarteto vocal; un tiempo en el que a pesar algunas veces del contexto en contra, Galbán supo mantener a flote el cuarteto y continuar definiendo ese sonido que le hizo competencia en el archipiélago a los Rollling Stones y a Los Beatles. Ningún grupo cubano, hasta la llegada de Los Van Van, fue tan popular como Los Zafiros y supo calmar las apetencias y el furor de los bailadores.
Si uno mira bien la época hay que decir que Galbán junto a Los Zafiros no la tuvieron nada fácil. Mientras un buen número de los artistas con cierto pedigrí se mudaban a Miami (con todo lo que eso podía conllevar tanto para ellos como para la escena musical cubana), Los Zafiros en su conjunto optaban por cultivar su música en el país y continuar entregándosela en vivo a los cubanos, su público natural. Una decisión obviamente que impidió que se conocieran en el circuito internacional dominado por las empresas estadounidenses, que más de una vez le echaron el ojo a este famoso cuarteto cuyo núcleo se armó en el barriada habanera de Cayo Hueso y llegó a grabar cuatro discos.
Quienes conocieron estrechamente a Galbán— yo solo llegué a estrecharla la mano y agradecerle en voz baja por todo lo que nos entregó en un breve encuentro celebrado en casa de un músico llegado de Nueva York— destacan en él su disciplina, su cordura y su capacidad para enfrentarse a las adversidades y alcanzar cualquier cima que se propusiera. Creo que a estas alturas a nadie le caben dudas de que un músico de esta estirpe era el que se requería para mantener en pie a Los Zafiros durante los 60 (aparte de que era un instrumentista todoterreno; lo mismo tocaba la guitarra, el piano, hacía arreglo de voces y componía, y para más data, todo con un talento innato).
Desconocidos en Estados Unidos pero famosos en Europa
Nunca fueron conocidos en Estados Unidos (por lo que hemos dicho unas líneas más arriba, junto a las medidas impuestas por el bloqueo, que impactaban obviamente en el negocio musical). Sin embargo, tuvieron la oportunidad de realizar giras europeas donde según cuenta la leyenda, en una ocasión, el público no los dejaba bajarse del escenario en el Olympia de París pidiéndole más canciones a voz en grito, después de cumplir con el repertorio preparado para la ocasión. Y estos muchachos, que nunca llegaron a estar preparados totalmente para el éxito, se deshicieron en lágrimas por la emoción.
Después de su etapa de mayor esplendor—como ha sucedido en Cuba con músicos que luego de años en el olvido han vuelto a los primeros planos— Los Zafiros vivieron el cambio de época y cayeron en una especie de letargo que culminó con la conocida autodestrucción del grupo, entre otras cosas por conflictos internos, y problemas de varios de sus músicos. Ignacio murió de una hemorragia cerebral en 1981. Tenía treinta y siete años. Kike en 1983 a causa de una cirrosis hepática y El Chino, en 1995, víctima del alcoholismo.
Manuel Galbán fue un sobreviviente a la turbulencia que atravesó el grupo tras su salida de los escenarios y mantuvo alumbrado el legado de sus compañeros. Regresó de forma impetuosa a la vida musical con la orquesta Buena Vista Social Club, surgida de una idea del productor y músico estadounidense Ry Cooder, que con un buen ojo clínico (y comercial) percibió el potencial de grandes figuras de la música cubana que de alguna forma descansaban forzosamente en el anonimato. De esa manera Galbán volvió a hacer historia junto a Rubén González, Ibrahim Ferrer, Cachaito López, Compay Segundo, Omara Portuondo, entre otras luminarias.
Hay una película que ayudó, sobre todo a los más jóvenes, a descubrir a Los Zafiros y la personalidad de Galbán. Se llamó, Zafiros, Locura Azul y contó especialmente para su realización con el apoyo del empresario radicado en Miami, Hugo Cancio, director de la revista OnCuba e hijo de Miguel Cancio, otro de los puntales del grupo que se mantiene con vida.
Galbán murió a los 80 años y fue despedido en Cuba con los correspondientes honores. El Ministerio de Cultura y la Unión de Escritores y Artistas de Cuba le enviaron mensajes de condolencias a sus familiares y los medios de prensa evocaron su partida. Pero más allá de distingos oficiales, para comprender a totalidad el verdadero significado de los aportes de este músico, hay que volver sobre la historia de Los Zafiros y sentir el doo-wop como un remolino en la cabeza.
Fotos utilizadas: www.delrockaltwist.blogspot.com y www.montuno.com