Por supuesto que no. Abarcar en dos trabajos las composiciones musicales más populares de esa década, no sólo sería pecar de gran ingenuidad sino también conllevaría una gran injusticia con una época que se caracterizó por la riqueza musical y la variedad de solistas, dúo, tríos, cuartetos, orquestas, que brindaron su impronta a esa etapa de oro de la música cubana.
De manera que lo que haremos es una selección personal, limitada como toda obra humana, sobre aquellos que a nuestro entender pudieran ser los más representativos, dentro del ámbito nacional.
Empecemos con el maestro Eliseo Grenet, autor de Felipe Blanco, obra que antes de llegar a la popularidad cobró la vida de su autor. El tres de noviembre de 1950, mientras asistía al ensayo de esa composición, se enteró que la pieza había sido prohibida por “tener insinuaciones pornográficas”, según resolución de la Comisión de Ética Radial. A consecuencia de la hipertensión crónica que padecía, falleció al día siguiente.
Tiempo después ese Sucu suco vencería a la censura e interpretado por el Trío Servando Díaz y por el Conjunto Casino, alcanzaría los primeros lugares del Hit Parade.
Benny, el rey de una época
Sin duda entre los solistas del 50, Benny Moré es uno de los que más éxitos colocó en el dial y en los traganíqueles de la época. El Bárbaro del Ritmo, como se le llamaba cariñosamente, se distinguió por cantar y a veces componer, melodías dedicadas a ciudades de la isla, y todas fueron súper populares.
Su principal fuente fue el compositor Ramón Cabrera, quien le entregó a su voz prodigiosa títulos como Guantánamo, Adiós a Palma Soriano, Manzanillo, Santiago de Cuba, en el género de sones montunos. El propio Moré también se inspiró con dos títulos, Cienfuegos y Santa Isabel de las Lajas, está última para dejar aclarada la polémica sobre cuál era su lugar de nacimiento.
Su versatilidad era tal que lo sentimental ocupó también su lugar: ¡Oh vida!, (Luis Yañez-Rolando Gómez), Como fue (Ernesto Duarte), No me vayas a engañar (Osvaldo Farrés), Alma mía (Ricardo Pérez Martínez) y de su cosecha autoral Amor sin fe y Ahora soy tan feliz. En dúos son inolvidables los que hizo con Olga Guillot: Tú me sabes comprender de Ricardo Pérez, Hoy como ayer, interpretada junto a Fernando Álvarez, La vida es un sueño de Arsenio Rodríguez con Pedro Vargas y Alma mía original de Juan Bruno Tarraza con el venezolano Alfredo Sadel.
Además del rey hubo reinas
Sí señor y varias, pero en una selección de selecciones, ante el tiránico espacio, me inclino por Olga Guillot y Celia Cruz, dos personajes dentro del candelero cubano, cada una de un estilo diferente.
La primera apelaba a los sentimientos con una voz “de cama” desde que irrumpió con fuerza con su interpretación de Miénteme, del mexicano Chamaco Domínguez. Su entrada al mundo del disco, a pesar de tener ya los treinta años de edad, fue tan estremecedora como su forma de cantar y ello le valió ganara el primer Disco de Oro por los miles de acetatos vendidos.
Entre los números que cantó y fue una de las que lo popularizo, se encuentran La gloria eres tú, de José Antonio Méndez, “El King”, ¿Cómo fue?, de Ernesto Duarte Brito, Quiéreme mucho de Gonzalo Roig, Ya que te vas, de Ernestina Lecuona y Alvaro Suárez, Vete, de Candito Ruíz, Palabras calladas, de Juan Bruno Tarraza, y otras.
Celia Cruz era un ciclón de categoría cinco, toda ritmo, gozadera al mejor estilo cubano y en esos años cincuenta sus mayores éxitos los logró con la Sonora Matancera, como orquesta acompañante. Una lista rápida incluye composiciones como Cao, cao, maní pica´o de José Carbó, Baba é de Rogelio Martínez, Mata Siguaraya de Gonzalo Asencio / Lino Frías, Burundanga de la inspiración de Oscar Muñoz, Melao de Caña original de Mercedes Pedroso y el Yerbero Moderno de Nestor Milí.
Los caballeros las prefieren románticas
En esa década del 50 hay nombres masculinos que dejaron sus huellas como Orlando Vallejo con números como El gallo, la gallina y el caballo guaracha de José Carbó Menéndez y los boleros Cielo y sol de Juan Pablo Miranda, Novia mía de José Antonio Méndez, Nueva vida de Piloto y Vera, Mi nueva canción de Rey Díaz Calvet y Maldito de mí, de la autoría de Rosendo Ruíz Quevedo.
Otra voz masculina que también dio brillo a la época lo fue Fernando Albuerne y en su rosario de éxitos están Dos gardenias de Isolina Carrillo, No puedo ser feliz de Adolfo Guzmán y Ya que te vas de Ernestina Lecuona y Alvaro Suárez.
No podemos olvidar el impacto que causó en aquellos días el número Plazos traicioneros, de Luis Marquetti, un bolerazo interpretado por Celio González y que luego incluyeron en su repertorio figuras como Vicentico Valdés y Pedro Vargas. (Continuará)