Lo recuerdo perfectamente. La sala de mi casa por los años 70 era presidida por un televisor Dumont, aquellos de mueble de madera y bocina recubierta de tela. Mi numerosa familia era dura al complacer mis gustos infantiles. Podían en el canal alterno —en aquella época; bueno es recordarlo, solamente teníamos en Cuba dos canales de televisión: El “6” y el “2”—, estar pasando los “cartones” más delirantemente cómicos, doblados al español por aquella maravillosa actriz conocida por el sobrenombre Jazmín, en realidad Conchita García. Nada. Mi tío, mis abuelos y mi bisabuela eran implacables con al menos dos programas, uno de ellos, era el que llevaba por nombre: Álbum de Cuba, con larguísima vida en el ámbito televisivo cubano, desde el año 1961 hasta 1986. Recuerdo de aquellas noches dos cosas, la exquisita factura de las canciones cubanas presentadas y la calidez de la anfitriona del programa, Esther Borja, siempre con palabras amables para sus invitados y siempre determinada, a pesar de los airados vientos de la época, a no dejar morir nada que fuera raigalmente cubano. Mucho le debemos a Esther educarnos en el legado de Lecuona, figura que a partir de su camino al exilio, dejó de gustar en algunos círculos oficiales.
De vocación maestra

Esther Borja y Lecuona, ante todo una verdadera amistad
Para complacer a sus padres matriculó en la Escuela Normal de La Habana. Según dijo más tarde, agradecía profundamente la amplia instrucción en ella recibida y por consiguiente, su gusto por la lectura, la música y las bellas artes, en general. Probablemente por esta vocación y su afán de enseñanza nunca fue avara en consejos a los nuevos cantantes, si bien no impartió oficialmente clases de canto. Siempre les recordaba que medios diferentes, radio, televisión, teatro; requerían de aptitudes también diferentes. Un disco o la radio apelan a lo íntimo del artista, se puede incluso, cambiar los tonos, la manera de decir. En el teatro sin embargo, se necesita una emoción mayor, una proyección más acentuada. Fue acérrima enemiga del cantar sin sentir, decía que la interiorización de los textos de las canciones era fundamental a la hora de transmitir la emoción. Incluso experimentó este postulado con la canción Te vas juventud de nada más y nada menos que Lecuona. Durante años y a pesar de las peticiones de muchos de sus fanáticos, rehusó cantarla en los muchos recitales que ofreció. A la pieza no le había llegado su momento, el cual experimentó años después en un festival de teatro lírico en Holguín, fue como una cristalización. De momento, letra y música cobraron pleno sentido, sintió de golpe la esencia de la canción, y desde entonces la incluyó en sus programas.
Esther, la viajera
Le gustaba sobremanera viajar, y no desperdició ocasión alguna en medio de las numerosas giras efectuadas a los cinco continentes en hacer un aparte y disfrutar de las ciudades a donde la llevaban sus compromisos artísticos. La que sin dudas más le atrajo fue Buenos Aires, intensa en su vida artística y cultural. Nueva York era otra de sus preferidas, si bien le reprochaba una latente frialdad en las relaciones humanas. También la muy musical Nueva Orleans estaba entre sus favoritas. Vivió y se casó en Argentina, con un periodista de allí. Le debe a esta ciudad ser la primera en celebrar su éxito Damisela encantadora, de Ernesto Lecuona. Tanto fue así, que algunas tiendas y productos comerciales usaron el nombre de la melodía para identificar su publicidad.
Sin límites

Ramón Calzadilla, Esther Borja y María Remolá en el programa Album de Cuba
Mucho se ha escrito acerca de los méritos que concede actuar en puestas para teatros, clubes, cabarets…, con menoscabo, increíblemente, de estos últimos. Nos complace contarles que una figura de la talla de Esther Borja lo mismo interpretaba a la Julieta de la opereta El Conde de Luxemburgo en el Teatro Principal de la Comedia en La Habana, que protagonizaba la producción de Así es La Habana, en el Cabaret Caribe, del antiguamente Hotel Havana Hilton, hoy Hotel Habana Libre. Integró, asimismo numerosas delegaciones artísticas enviadas por organismos tan importantes como Casa de Las Américas a disímiles festivales de todo el mundo y a partir del triunfo de la Revolución, países como la antigua Unión Soviética, China, Polonia y Checoslovaquia, conocieron su arte.
El mar… por siempre
Contaba Esther que su abuela en días lluviosos en los que entraban los fríos “nortes” le decía: «Esthercita, vamos a coger las olas», y las dos se iban al Malecón habanero a dejarse azotar por la sal y el viento. También refería que durante su prolongada estancia en Argentina iba muchas veces a contemplar el Río La Plata, tan ancho, que fantaseaba con la idea de que ese, era el mar añorado. A la muy respetable edad de 70 años podía aún vérsele en las mañanas toreando las olas de la playa cercana a su casa, además de practicar con alguna asiduidad el golf y el squash.
Esther Borja y su “Rapsodia de Cuba”
De esta forma se tituló su primer Long Playing, que vió la luz en el año 1953. A partir de este momento su voz fue recogida en innumerables grabaciones hechas en Cuba y en el extranjero. Aún conservo por herencia familiar, tres de los títulos más emblemáticos de su carrera: Esther Borja canta canciones inolvidables de Ernestina Lecuona, merecido homenaje de la artista a la persona que la impulsó a dedicarse en serio al oficio de cantante, Esther Borja canta a Gonzalo Roig, un peculiar disco hecho de conjunto con otra figura de la cancionística cubana injustamente olvidada, América Crespo y la hermosísima placa Esther Borja canta a dos, tres y cuatro voces canciones cubanas, un derroche de estilo y rigor, puesto que la técnica de la época no permitía la escucha de las grabaciones previas, lo que hacía necesario que Esther respetara estrictamente el tempo de la melodía para tratar de ajustar los montajes sucesivos de su voz en prima, segunda, tercera y cuarta. Todas las grabaciones fueron hechas bajo el sello Kubaney.
Rapsodia de Cuba es también el título de un extraordinario documental – entrevista, dirigido por Pável Giroud y conducido por el pianista y promotor cultural Ulises Hernández acerca de la vida de la cantante. Viéndolo, supe que los funcionarios del Instituto de Radio y Televisión nunca le dieron a Esther ni una razón para suspender su programa Álbum de Cuba. No importa. Nunca importó, realmente. La huella que dejó este programa en más de una generación de cubanos, valió totalmente la dedicación que por veinticinco ininterrumpidos años desplegó Esther Borja ante las cámaras.
Fuente consultada: Cubanos en la música, Mayra A. Martínez, Ediciones Unión, 2015