Ernesto Lecuona, el compositor cubano más universal, fue también un activo empresario de espectáculos artísticos, a los 27 años fundó su propia compañía de canto lírico.
Lecuona fue un destacado pianista y como autor hizo canciones, música para obras de zarzuelas e instrumentales.
Entre las obras a las que puso música se encuentran El sombrero de Yarey, su única ópera, y diferentes zarzuelas como María la O, Lola Cruz, El Cafetal, por solo mencionar algunas.
Pero su mayor popularidad, sin duda, las obtuvo mediante sus canciones y danzas. Entre las primeras podemos citar Damisela encantadora, de la que Esther Borja hizo una excelente interpretación, Aquella tarde, Canto Siboney, Como arrullo de palmas, Para Vigo me voy, Siempre en mi corazón, está última sirvió de tema para un filme norteamericano.
En danza tres nombres bastan para dar la importancia de su labor: La Malagueña, Danza Lucumí y Danza Negra.
Un verdadero niño prodigio
Un virtuoso del piano
Ernesto Sixto de la Asunción Lecuona y Casado, nació el seis de agosto 1895 en Guanabacoa, pueblo situado a seis kilómetros de la capital cubana.
A los 5 años causó sensación entre sus contemporáneos cuando ofreció un recital de piano de obras sencillas escuchadas en casa a sus hermanas quienes eran estudiantes del instrumento y de la bandurria.
Desde muy joven comenzó a ganarse la vida y a los 12 años como pianista amenizaba las películas silentes que se proyectaban en los cines Parisién, Turín y Testar, de esta ciudad.
A los 18 años se graduó de piano, teoría y solfeo con Medalla de Oro y no dudo en trabajar como pianista acompañante de la compañía de teatro bufo de Arquímedes Pous.
También se asoció, pero en 1918, al profesor José Mauri, con quien fundó un Conservatorio en el Reparto La Víbora, institución de corta existencia.
En la década del 20, junto al esposo de su hermana Ernestina, comienza a editar su música, con el nombre la compañía de Lecuona Music Corporation e Internacional Music Pub. Luego dejó esa tarea a otras editoriales.
En la década del 20 nos lo encontramos al frente de un pequeño taller sito en Paseo del Prado 119, donde perforaba rollos para pianos y pianolas, oficio en el cual dio muestra de una gran destreza.
Lecuona, el empresario
Ya en el año 1922 (a sus 27 años de edad), Lecuona se asocia al libretista Carlos Primelles y organiza su propia compañía lírica.
Como empresario trajo en 1931 trajo al tenor mexicano José Mujica, muy popular en aquella época. El artista venía acompañado del pianista Troy Sanders, oportunidad que aprovechó Lecuona para además ofrecer un concierto a cuatro manos junto al visitante en el Teatro Nacional de La Habana el 14 de diciembre de ese año.
Mente perspicaz como todo buen negociante, aprovechó una de sus estancias en España para mandar a buscar a los músicos que actuaron con él para formar una orquesta que primero se llamó Orquesta Lecuona.
Con la agrupación tocó en escenarios de varios países y durante una función en el Lido de Venecia, el empresario rebautizó a la orquesta que comenzó a llamarse los Lecuona Cubans Boys.
Gracias a este colectivo musical números compuestos por Lecuona, como Canto Siboney y La Comparsa, se oyeron en diversos escenarios. . Al enfermar Lecuona decide regresar a Cuba quedando el pianista Armando Orefiche al frente de la orquesta.
Otra de sus grandes empresas culturales fue cuando fundó en 1935 una gran orquesta integrada por cincuenta destacados músicos, entre los que se encontraban Virgilio Diago, Catalino Arjona, Roberto Ondina e Ignacio Villa (Bola de Nieve).
Otro de los grandes hitos en su carrera empresarial fue cuando trajo al cantante mexicano Pedro Vargas. Su debut fue el seis de diciembre de 1936 en el teatro Nacional, donde Lecuona compartió el escenario interpretando varias de sus composiciones y estrenó esa noche la conga Panamá.
Y sin embargo no le tenía amor al dinero…
Según algunos de los que le conocieron, Lecuona no era muy amante del dinero y cada vez que viajaba dejaba el apartamento en que vivía, vendía los muebles y al regresar se hospedaba en algún hotel de categoría, como el Sevilla, Park View o el Nacional, mientras encontraba un nuevo lugar para vivir.
También se dice que era modesto y sencillo en el vestir, tenía miedo montar en avión y la mayoría de sus viajes los hizo por barco.
Poseía una finca en las afueras de La Habana a la denominaba La Comparsa, título de uno de sus números más conocidos. Allá invitaba a sus amistades los sábados y domingos, para jugar juegos de mesa: canasta, bridge y dominó, este último era su preferido.
En el interior de la finca había varias vitrinas y estantes con valiosas piezas de arte. En el exterior, un jardín con diversas especies de flores y plantas, cría de animales y varios árboles frutales.
Ernesto Lecuona falleció en Santa Cruz de Tenerife el 29 de noviembre de 1963 y fue inhumado el 13 de diciembre de ese año en el cementerio de Westchester del estado de New York. Sus familiares no hicieron caso a su última voluntad donde solicitaba descansar el sueño eterno en su Cuba natal.
Fuentes: Diccionario de la Música Cubana, Helio Orovio, Editorial Letras Cubanas.
Ernesto Lecuona, Carmela de León, editorial Letras Cubanas