Con la cubanía de su sombrero, su sonrisa guarachera y las tres cuerdas del instrumento que le ha dado renombre internacional, el tresero Pancho Amat por estos días de abril se fue a la oriental provincia cubana de Ciego de Ávila para empezar la fiesta y hacer mover los pies de los seguidores del festival de música tradicional y fusión Piña Colada como Invitado de Honor aunque, y siempre lo dice, él es sin otros pomposos títulos que lo adornen el “Rápido de Güira de Melena”. Y quién se atrevería a quitarle ese alias ganado en cada una de sus presentaciones con la ágil, melódica y cómoda cadencia que arranca al tres, ese que en Cuba pudiéramos llamarlo, simplemente, Pancho Amat.
“El problema es que tú tienes que hacer protagonista a la gente. No espectador”
“A la gente hay que transformarla en cómplice. Que la gente sepa que ellos forman parte del concierto. Lo que hay que lograr es que en ese momentico en que la gente te mira haya un peso tan grande en la orquesta como para que impacte y que se quede el recuerdo”. Así lo afirmó hace un tiempo en una entrevista y sigue siendo el reto cuando se cuela entre los bailadores de esta isla y de otras tierras que son testigos de cómo eleva el son a arte mayor, entre estas las más recientes Estados Unidos y Holanda, donde se lució en Ámsterdam con el Nederlands Blazers Ensemble y la cantante cubana Yusa Mar.
Tras graduarse en 1971 como pedagogo (unos cuantos lo tuvieron al frente de las clases de Física y Química) en la Universidad de La Habana y luego finalizar estudios de música en el Conservatorio Ignacio Cervantes en la especialidad de guitarra clásica, este sonero nato nacido en la occidental localidad de Güira de Melena el 22 de abril de 1950, con influencias de la trova, las raíces afrocubanas, la bachata y otras corrientes de la música tradicional latinoamericana, del jazz, el pop, el rock sinfónico y diversos géneros denominados cultos, hoy recorre los caminos de la música cubana con el “Cabildo del Son”, septeto que dirige.
Del primer tres a fundador de Manguaré
Pero cuando aparece en los escenarios ese artista de simpatía singular y espontánea, heredada quizás de sus raíces en la campiña cubana, habría que recordar aquel niño nacido en el poblado de Güira de Melena el 22 de abril de 1950, a quien su madre ama de casa, y su padre, vendedor de carbón vegetal por las calles lugareñas, le inscribieron como Francisco Leonel Amat Rodríguez para que luego el mundo le llamara, simplemente, Pancho. El que desde temprano quedaba atrapado por los programas musicales que acompañaba los quehaceres diarios de su progenitora, quien al notar el deslumbramiento del pequeño, le entregara con complacencia total una modesta lata y una cuchara, para que intentara inventar los primeros sonidos aunque casi le hiciera explotar los tímpanos. Y la suerte, si así se le pudiera llamar de alguna forma, llegó convertida en “tres” a sus manos de niño, como pago de un cliente a su padre a causa de una deuda contraída con el negocio familiar. Este sería el instrumento que lo colocó en el camino del arte.
Hay momentos de la vida que semejan más un tornado que un mar en calma. En uno de esos remolinos cayó Pancho Amat hasta parar en 1971 en el grupo Manguaré que fundó en el último año de la carrera y dirigió durante 17 años luego de haberse nutrido en varios países latinoamericanos del modo autóctono de hacer música. Vino a Cuba a ensayar los acordes ritmáticos de la quena, el charango, el bombo legüero y el cuatro venezolano junto a otros instrumentos típicos de la región, etapa caracterizada por la interpretación de la canción cubana, la de contenido social y el son. Después vinieron las más puras influencias de la música criolla con énfasis en la rumba y los elementos afrocubanos.
Múltiples influencias, pero como base, los clásicos cubanos.

Pancho sonando el tres
Pancho Amat, dueño absoluto del tres al que le ha conferido ribetes de la identidad nacional cubana, amante del son, la trova y atento a la picaresca del bailador, bebió desde sus inicios de las experiencias de músicos de la estatura de Félix Chapottín, Miguelito Cuní, Carlos Embale, Tata Güines o Richard Egües. Cuando ha recordado de su paso a través de una carrera para él fuerte, pero nunca improbable, habla de sus intercambios con Silvio Rodríguez y Pablo Milanés: “de ahí que mi formación sea bastante ecléctica: la trova, los músicos de base y aquellos de gran dominio técnico”. Y fundamental el asesoramiento encontrado en el reconocido pianista Frank Fernández y el director y violinista de la Orquesta Aragón, Rafael Lay, a quien le agradece su entrenamiento en armonía sin dejar de lado que le aportaron y lo condujeron al estrellato compartido en escenarios del mundo con Óscar D’León, Joaquín Sabina, Cesaria Évora, Andy Montañez y otros famosos.
El “Rápido de Guira de Melena”, Premio de la Música 2010 en Cuba y laureado extensamente, asegura cuando lo entrevistan haber aprendido mucho de la psicología del bailador en la banda de Adalberto Álvarez, en la que se mantuvo de 1988 al 1995 para finalmente formar su propio grupo el hoy conocido como Cabildo del Son. ¿Y quién queda quietecito cuando se le ve (y se le escucha) rasgar con la agilidad de un felino las cuerdas de su tres al tiempo que echa esa sonrisa segura y serena que solo los grandes pueden regalarle al público?
Su proyección escénica en todos los continentes levanta los más entusiastas aplausos y la discografía acumulada es un respaldo firme de un sólido trabajo con discos que perfilan el virtuosismo del máximo tresero de Cuba, entre estos “Son Por Tres” (1995), Premio Nacional de la Crítica especializada en Cubadisco, la Feria del Disco en la isla; “De San Antonio a Maisí”, su segundo álbum en solitario, un recorrido por diferentes géneros criollos desde el bolero y el son montuno hasta la música afrocubana; “Llegó el tresero” (2007); “Yo traigo un son” (2008); “Mis raíces” (2010), Gran Premio Cuba Disco; “Herencias. Pancho Amat” (2014); “Haciendo son en otro jazz” (2015). Y ya anuncia a amigos e incondicionales otro larga duración que rendiría homenaje al conjunto de Changüí Guantánamo por sus 70 años de fundado: “Ahora, vayan preparándose para las sorpresas porque el álbum reflejará cómo el Changüí ha traspasado las fronteras de su Guantánamo natal y tiene cultores en todo el país incluso fuera de éste, además de incursionar también en el mundo sonoro del coro y la orquesta sinfónica, y no digo más porque entonces no será sorpresa. Esto es sólo para que se les vaya haciendo la boca agua…” publicó en las redes sociales.
Y es cierto, a cualquiera se le hace la boca agua cuando “El Rápido de Güira de Melena” rasga el tres para soltar un son, una rumba…cualquiera de esos ritmos vertiginosos en que nadie lo supera y más atrás sale el «cum-bacachum-bapa-qui-tínpu pum». Eso sí es cubano.
Por Sonia Sánchez
Fotos de: www.lahabana.com, www.conexioncubana.net