Una revolución musical empezó a gestarse a fines de la década del 30 y consiguió máximo esplendor en los años 50. Tuvo muchos padres intelectuales pero sólo uno la consolidó a nivel internacional, tanto, que hasta Marcello Mastroianni el celebérrimo actor italiano, disfrutó de su ritmo en “La Dolce Vita”…
Hay veces que en el desarrollo musical de una época convergen determinados elementos que por tradición y por “moda” logran afianzarse en el gusto popular. Así ocurrió con uno de los ritmos cubanos más internacionales de la década de los cuarenta y de los 50, el Mambo.
En fecha tan temprana como 1937, ya Orestes Macho López, firmaba un danzón de nombre “Mambo”, con una cuarta parte que musicalmente respondía a los cánones “mambeados”. Este danzón de “nuevo tipo” fue puesto a consideración del respetable por la Orquesta de Arcaño y sus Maravillas, pero increíblemente por esa misma época, “El cieguito maravilloso”, Arsenio Rodríguez estaba por su parte haciendo pruebas y más pruebas con un género de su creación al que llamó “Diablo”, con varias coincidencias de patrones rítmicos con el danzón de marras. Tanta fue la polémica por los honores de la invención del género, que hasta las páginas de la prestigiosa revista cubana Bohemia, se hicieron eco del asunto en la década de los cuarenta.
No bastaron dos, fueron siete
Músicos los que experimentaron con ritmos, melodías y armonías que posteriormente serían los sellos del Mambo. Según nuestra cuenta estaban el ya mencionado Orestes Macho López y su hermano Israel Cachao López, ambos con Arcaño, Pérez Prado con la Orquesta Casino, Arsenio Rodríguez con su propio conjunto, Bebo Valdés, reconocido pianista y padre del también virtuoso pianista y jazzista Chucho Valdés, el tresero Andrés Echeverría (El Niño Rivera) y el pianista René Hernández, en ese momento músico de la jazzband del trompetista Julio Cueva. Pero está más que demostrado que, como dice el famoso corrido mexicano “no importa llegar primero, sino saber llegar”, Pérez Prado fue el artista que internacionalizó el nuevo ritmo y para ello se valió de muchos resortes.
En Cuba le dijeron al Mambo que no…

Pérez Prado dirige la orquesta
Pérez Prado, ya imparable, convenció a varios músicos de enorme prestigio para grabar dos caras de un disco sencillo de 45 rpm con las piezas “Mambo caén” y “So caballo”, ambas con modernísimos arreglos. Sin embargo los apocados empresarios cubanos del momento no querían arriesgar nada, preferían apostar al seguro y esto obligó a Pérez Prado a marcharse a México, donde recibió una ayuda importante de la vedette cubana radicada en ese país Ninón Sevilla, que por aquellos momentos triunfaba en el cine mexicano. Los primeros números dados a conocer en tierra azteca fueron “Jose´” y “Macamé”, pero los hits de verdad fueron “Mambo número cinco” y “Qué rico el Mambo”.
Es interesante notar que la visión foránea de la música cubana tendía a clasificar como “rumba” a todos los ritmos de la Isla (de harto conocido que son muchos y variados), hasta que apareció el Mambo. Entonces todo fue Mambo, como después todo fue Cha cha chá y más contemporáneamente, todo fue Salsa.
Hombros, caderas y pies (entre otras cosas)
Imaginemos por un momento que estamos en 1943 y en el cabaret Tropicana, en La Habana, en la noche que Dámaso Pérez Prado tocó por primera vez en vivo los compases del novedoso ritmo. Los habaneros, acostumbrados al suave Son y al movido, pero extranjero Swing, se deben haber quedado de piedra ante la progresión rítmica del Mambo, con sus vertiginosas frases musicales, que hacían que los bailadores menos expertos sudaran la camisa ante tamaño reto.
Y es que Pérez Prado; en contra de la tendencia sobre todo de los jazzistas de empastar cada vez más el sonido de la banda, estableció varios planos sonoros con dos registros fundamentales: el agudo; dado por las trompetas y el grave, mediante los saxos, ambos en perpetuo contrapunteo y con sobre todo una marcada función melódico-rítmica. Esa era la clave fundamental de toda su viveza.
Muchos calificativos tuvo el Mambo: salvaje, presuroso, moderno, sensual… Todos estos, aderezados por los gritos de Pérez Prado (considerados al inicio por los integrantes de su misma orquesta como innecesarios pero definitivamente convertidos en sello distintivo del ritmo en el gusto popular) y por las complejas figuras de su baile, que ya para la década de los 50 era dueño absoluto de los grandes salones de fiesta en Nueva York. Si nos preguntaran por la característica principal de este baile, responderíamos que es la energía con que se dan los pasos, energía que se subraya y complementa con movimientos sincronizados y alternos de hombros, caderas, piernas, pies y manos, a veces resaltando el pasaje musical con palmadas, lo que hace 100% partícipes a los bailadores del tema que la orquesta toca. Un novedoso estilo para el baile con pareja fue sin duda la introducción del tap o puntas en los pasos.
El Mambo está… ¡De película!
Dámaso Pérez Prado nació en 1916 en Matanzas y murió en México (país que le acogió y en el que triunfó) en 1989. Entre sus anécdotas más curiosas se cuentan que llevó por sobrenombre “Cara de foca” endilgado por Benny Moré y que le compuso un tema (a ritmo de Mambo, por supuesto) a la mismísima Marilyn Monroe. También fue el primer artista latino en mantener por 26 semanas consecutivas en el número uno del Billboard chart una canción: “Cerezo rosa”. Pero sin dudas, llama la atención que este sea uno de los géneros musicales que más han aparecido ̶ en tiempos de su efervescencia y también más acá ̶ en numerosos filmes de todo el mundo, a saber:

En La Dolce Vita se escuchó Mambo…
En México: Coqueta, director Fernando A. Rivero, 1949; Los apuros de mi ahijada, Fernando Méndez, 1951; El suavecito, Fernando Méndez, 1951; Del Can-can al Mambo, Chano Urueta, 1952; México nunca duerme, Alejandro Galindo, 1952; Santa Sangre, Alejandro Jodorowski, 1989; entre otras.
España: Kika, Pedro Almodóvar, 1993.
Estados Unidos: Cha cha chá Boom!, Fred F. Sears. 1956; The Brave Bulls, Roberto Rossen, 1951; Gran Bola de Fuego, Jim McBride, 1989; Nacido el 4 de Julio, Oliver Stone, 1989; Ed Wood, Tim Burton, 1994; Casino, Martin Scorsese, 1995; Small Time Crooks, Woody Allen, 2000; Space Cowboys Clint Eastwood, 2000; El Curioso Caso de Benjamin Button David Fincher, 2008.
Italia: La Dolce Vita, Federico Fellini, 1960.
Y tú… ¿Te animas a bailar Mambo?
Fuentes:
Elige tú que canto yo, Leonardo Acosta, ediciones Unión, 2014; http://www.losbailesdesalon.com/social/mambo.html http://www.cinegarage.com/30457-damaso-perez-prado-su-mambo-en-el-cine/ http://www.lapoliticamedarisa.mx/articulos/los-pasos-del-mambo
Fotos tomadas de www.andina.com.pe y www.bbc.co.uk