Bebo y Chucho Valdés, de tal padre, tal hijo…
Convendrás conmigo, amigo lector que pocas familias han dejado un legado tan fuerte y trascendente en nuestra cultura como el protagonizado por los Valdés dentro del universo musical cubano. Nombres como los de Vicentico Valdés, Bebo Valdés, Chucho Valdés, Lázaro y Lazarito Valdés, Oscar y Oscarito Valdés y Mayra Caridad Valdés, entre otros, confirman ese excepcional fenómeno. En esta oportunidad nuestro principal interés es establecer algunas de las conexiones más visibles entre un padre y un hijo de esta casta sonora, me refiero a Bebo (padre) y a Chucho (hijo).
Esos vínculos mágicos que se fueron estableciendo entre ellos comienzan con la llegada de ambos a este mundo, pues nacieron en una misma fecha, el 9 de octubre, solo que uno en 1918 y el otro en 1941, y en un mismo lugar, el pintoresco pueblo de Quivicán, actual provincia de Mayabeque. Del resto se ha encargado un instrumento tan universal e insuperable como el piano, en donde han confluido de forma sorprendente sus ambiciones, inquietudes e innovaciones.
Estas cuatro manos bendecidas para transformar y enriquecer el registro sonoro de la isla, durante más de siete décadas han conseguido atesorar uno de los patrimonios más perdurables de nuestra identidad. Los dos músicos comprendieron que la verdadera fuerza y el alcance de sus creaciones debía basarse en preguntas tales como ¿Quiénes somos? Y ¿De dónde provienen nuestros dones? Lo complejo, y verdaderamente excepcional consiste en transformar las respuestas a dichas interrogantes en una música de tantos valores estéticos capaz de dialogar con el público de cualquier parte del planeta y de abrir nuevos y fértiles caminos para la cultura contemporánea.
De Bebo…
Si empezamos por Bebo, también conocido como el mago de los ritmos cubanos; descubrimos que entre sus méritos resaltan el de ser uno de los grandes precursores del jazz-afrocubano; y de haber creado un ritmo propio conocido como La Batanga, que en los años cincuenta logró tener un extraordinario auge. Ya en los cuarenta había compuesto algunos mambos notables como La rareza del siglo. Trabajó durante más de una década en el célebre Cabaret Tropicana; e intervino en innumerables descargas de jazz; así como en grabaciones y presentaciones de estrellas internacionales como Lucho Gatica y Nat King Cole.
Durante 1960 en medio de una gira se instaló en Suecia, estando apartado del quehacer musical por alrededor de tres décadas; fue en 1994 debido a la insistencia de su amigo Paquito D’Rivera, que se decidió a hacer el disco Bebo Rides Again. Increíblemente el siglo XXI, ya con una edad avanzada le depararía los más grandes éxitos de su carrera; aparecería en su vida el productor y cineasta Fernando Trueba con quien graba ocho discos e interviene en cuatro películas.
De Chucho…
Sobre su hijo Chucho casi todo está dicho; hemos tenido el privilegio de disfrutar una y otra vez del regalo inmenso de su talento. Mientras escribo no dejan de venirme a la mente las imágenes de aquellos años gloriosos de Irakere, y de la primera vez que escuché esa obra descomunal llamada Misa Negra. De Bebo heredó demasiadas cosas entre ellas la maestría; una amplitud muy grande en sus conceptos sonoros; la espléndida digestión que ha conseguido realizar de los elementos afrocubanos; la libertad entre una mano y la otra a la hora de tocar; cuestión que le permite ejecutar interpretaciones increíbles; y el virtuosismo que lo llevó a estar considerado entre los cinco mejores pianistas de jazz en el planeta.
De los dos…
Después de muchos años de separación, ya en este siglo, ocurre el reencuentro fecundo entre ambos, que es finalmente coronado de manera mágica en el año 2008 con la grabación del disco Juntos para siempre, al que en lo particular, considero un derroche de afecto y a la vez de virtuosismo; en él se incluyen varias piezas mitológicas como Lágrimas negras, Sabor a mí, La Gloria eres tú y otras que se refieren a ellos mismos, tales como Preludio para Bebo, compuesta por Chucho en homenaje a su padre, A Chucho y Descarga Valdés, creo que esencialmente este álbum constituye un claro testimonio de esas conexiones a las cuales me refiero.
Como colofón se puede decir que aproximadamente dos años antes de morir Bebo (2013), su hijo se trasladó hasta Benalmádena (Málaga), donde el residía, para acompañarlo en el final de su vida y recobrar un poco el tiempo que habían perdido de estar juntos. Así se aproximaban nuevamente dos glorias que supieron hacer con sus creaciones un exitoso viaje de lo popular a lo clásico. Entre estos dos gigantes de la música consiguieron una vitrina que ya se acerca a la cifra respetable de veinte premios Grammy, los más fieles melómanos de por acá nos sentimos muy orgullosos de ser sus coterráneos.